Los hombres eran sin duda
alguna las criaturas más inútiles y fáciles de manipular de los que ella tenía
conciencia. Bueno, tal vez no todos, había uno en particular al que Hel, que
aunque deseaba no tenía la suficiente potestad sobre él.
Él caminaba con un paso agraciado y digno de un rey, la
gabardina negra hacía juego con su cabello oscuro y espeso. Era alto y
elegante, y muy antiguo. Claro que ningún humano que lo rodeara tendría
conocimiento de tal gran y amplio detalle que ella conocía perfectamente.
Se movió con sigilo y sin previo aviso se abrazó al brazo
de él.
Sabía que eso molestaría muchísimo a Svante pero aun así
no pudo siquiera evitarlo.
Los profundos ojos azules se clavaron en ella con
frialdad, como si la hubiesen sentido cuando ella aun estaba a kilómetros de
distancia.
—¿Qué quieres?
—Eres demasiado frío, Svante… ¿Por qué no me saludas
primero? —Respondió ella sonriendo y apoyando la barbilla en el brazo de él.
Adoraba ver como esos profundos y cautivadores ojos se llenaban de ira y asco
ante el menor contacto de ambos… Aun estando vestidos.
Svante no sabía del enorme placer que se estaba privando
al negarle la entrada a su cama a Hel.
“Soy
mucho mejor que todas las mujeres con las que alguna vez has estado”. A través de los siglos, Hel había aprendido a tragarse
los celos y a vivir con el odio que Svante le profesaba tan seriamente.
Tener su odio y su rencor era mucho más satisfactorio que
no tener nada en absoluto.
—Te he preguntado ¿qué quieres? No tengo tiempo para tus
juegos, Hel.
—No estoy jugando,
tenía la necesidad de saber cómo va todo en el consejo. ¿Ya lo atrapaste?
Svante apretó la mandíbula sin dirigirle una sola mirada.
—Estoy en eso, dejé encargado a Alexander Night y… —Al
oírlo, Hel estuvo a punto de explotar.
—¿Qué? ¿Por qué dejaste que alguien más se entrometiera?
¡Te pedí que lo hicieras tú! —Exclamó repentinamente enojada, soltándose
abruptamente del brazo de Svante. Era una diosa muy obstinada, y vivir atrapada
en Nilfheim desde que tenía uso de razón solo lograba que su cordura se
desestabilizara.
Svante la miró por encima del hombro sin expresión.
—¿Vas a hacer una rabieta frente a tantas personas? —Preguntó
él en un tono de voz que derivaba entre lo aburrido y lo malhumorado —. Se lo
que hago y porque lo hago, no tienes el más mínimo derecho a plantarte frente a
mí y decirme como hacer las cosas. Limítate a solamente esperar los resultados.
—Maldito insolente —Susurró mirándolo con el rostro rojo
por la ira acumulada. Apretó los puños a ambos lados de su cuerpo; sentiría
mucho placer y liberación si lo pudiera matar allí mismo, pero una y otra vez
se recordaba que necesitaba a Svante con vida.
…Y encima de eso lo deseaba míseramente.
—Si no tienes nada más que decir, me retiro. Tengo cosas
más importantes que hacer —Y sin más, Svante regresó las manos a los bolsillos,
se giró y comenzó a caminar alejándose de ella. Mirándole la espalda, Hel
sintió el fuego de los deseos carnales comerle las entrañas.
“Algún
día lo haré arrepentirse… Y cuando ese día llegue, disfrutare teniéndolo de
rodillas frente a mí”.
***
—Tienes una perfecta expresión rosa.
Kirsten no había terminado de cerrar la puerta del
departamento, tras ella, cuando oyó la voz de Abby. La mujer la miraba desde el
pasillo del recibidor con una enorme sonrisa en los labios. Se estaba sacando
la bufanda, por lo que Kirsten interpretó que hacía muy poco tiempo había
llegado al departamento.
—¿Cómo que una expresión rosa? —Preguntó Kirs sonriendo y
sacándose los guantes para dejarlos a un lado.
—Ya sabes, sonrisa tonta, mejillas naturalmente
ruborizadas… Dime… ¿Pasó algo en especial, Kirs?
Touché. Abigail podía ser muy observadora cuando quería,
y otras veces podía ser extremadamente densa. Kirsten se recargó en la puerta y
soltó un profundo y sonoro suspiro.
No había nada de malo en contarle lo excelente que había
sido almorzar con el señor Night; por alguna razón, Kirsten se sentía hermosa y
deseada con una sola mirada de él. Esos ojos completamente fijos en ella, combinado
con las halagadoras palabras de Alex y de cuando en cuando el ligero toque de
su cálida mano sobre la de ella… Dios... eran lo suficiente para nublarle la
cabeza y hacerla indudablemente feliz.
Tenía presente que Alexander Night poseía un amplio
historial como mujeriego… Sonaría estúpido y soñador, pero a esas alturas ya no
deseaba pensar más con lógica, y sí el estaba dispuesto a una relación seria no
dudaría en arriesgarse por ese hombre.
“bueno… nadie dijo
que estaba buscando una relación seria”. No, pero, tampoco nadie dijo que
no la estaba buscando. Quizás después de todo ese tiempo, el hombre pretendía
sentar cabeza.
Se llevó en dedo índice a los labios y ligeramente mordió
la uña con suavidad, completamente absorbida por sus pensamientos.
Y también estaba el tema de la edad.
…Sus padres jamás lo consentirían, por más joven que se
viera Alexander Night, ya debía rondar cerca de los cuarenta si no se equivocaba.
Y le daba algo de miedo que ella terminara envejeciendo
más rápido que él, eso sería una verdadera pesadilla.
—…¿Kirsten? —Abby, quien al extrañarse de no recibir una
respuesta inmediata, se acercó despacio a ella y apoyó una mano en su hombro —.
Me estas asustando, ¿paso algo malo?.
Kirsten se mordió el labio inferior y la miró con ojos
brillantes y grandes. —. Oh, Abby… Creo que me estoy enamorando.
Y para terminar de armar el pastel, la guinda resultaba
ser que el motivo de sus afectos, era su viejo primer amor.