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Nada por ahora
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Besos a Medianoche. Capítulo II. Parte II




Y en otra parte del mundo, en ese mismo instante, respiraciones entrecortadas de tres hombres hacían eco entre las calles semivacías. Corrían de manera que se dejaban el pellejo en el asfalto.
Alexander Night no sabía cómo había terminado en una situación tan tétrica como en la que se hallaba en ese instante…De acuerdo, probablemente si supiera la idea exacta, pero eso no implicaba que pudiera entender las razones de correr como alma que lleva el diablo para salvar su miserable vida.
—Yo no debería de preocuparme —Susurró. No pudo decirlo en un tono de voz más alto, porque en ese instante se encontraba jadeando —. No soy el del problema.
—¡Cállate y corre! —Ethan Rumsfeld, quien en ese instante corría a su lado, lo fulminó con la mirada —. Podría usar mi velocidad y dejarlos atrás, pero no soy tan malvado como para hacerlo.
—R…Rumsfeld —Terció el último de los tres hombres, quien corría aun mas jadeante y con mayor dificultad que los otros dos —, tú has sido… el que nos ha puesto en… esta situación…
Alex observó sobre su hombro a Kei Hibiki, un chico occidental de descendencia japonesa. De lacios cabellos negros y rostro perfectamente delineado y trazado. Una obra maestra que incluso, al poseer familia de alta clase inglesa, sus ojos eran de un intenso tono azul… Algo bastante extraño para tratarse de un chico japonés.
Le hizo una seña afirmativa para declarar que debían medio matar a Ethan, cuando todo esto terminara.
Su viaje a Australia había contado con principalmente turismo por todas partes… Había sido muy agradable conocer lo que mayormente se pudo. Y a la final, Ethan y él se habían instalado en un pequeño pueblo, hacía exactamente dos años.
Curiosamente, dicho lugar, resultó ser un pequeño sitio poblado de vampiros. Más que todos, de esos que se sentían cansados de su existencia y venían a refugiarse en el tranquilo y agradable lugar por un tiempo. Y de esa forma, por casualidad, habían conocido a Kei. El joven vampiro tenía ciento sesenta y seis años apenas, pero ya se sentía cansado de vivir… Y no encontraba el valor para matarse.
De cierta forma, Alex había sentido lastima por él. Lo compadecía y le agradaba hasta el punto de no decidirse simplemente por ayudarlo a morir, si no en lugar de eso, ofrecerle su amistad.
Irónicamente, Kei se había sentido desconfiado en un principio pero poco a poco fue dejando de lado el recelo, hasta formar un extraño lazo con ambos. Aunque no sabría especificar si el chico los veía como unos amigos, por lo menos los consideraba alguna especie extraña de aliados.
Y así, el dúo de vampiros se volvió un trío.
Mejor que estar solo, por lo menos tenía algo de compañía que lo ayudaba a olvidar un poco.
Pero había momentos en los que se arrepentía y odiaba esa compañía.
Momentos como el que estaba aconteciendo ya mismo.
Los tres se detuvieron detrás de un callejón y se ocultaron como mejor pudieron entre las cajas abandonadas allí. Alex resopló mientras se masajeaba la sien.
—Ahora, Ethan —Comenzó, haciendo que el nombrado rodara los ojos —, déjame entenderlo bien. Te has follado a la linda esposa del alcalde ¿No?
Ethan se encogió.
—No tienes que ser tan grafico, Alex.
Kei estalló en una serie de carcajadas que provocaron un ceño severamente fruncido en Ethan y una expresión de pocos amigos a Alex. El joven de origen japonés podría ser un inmortal bastante fuerte, pero se aseguraría de quemarlo vivo en cuanto terminara todo esto.
—Por lo que a mí respecta, no puedes controlar mi lenguaje como a ti mejor te parezca, Ethan —Decidió mantenerse en sus cabales e ignorar discretamente a Kei, y cuando el hombre rubio y de penetrantes ojos azules le devolvió la mirada supo enseguida que opinaba de la misma forma —. Volviendo al asunto, ahora tenemos una manada de policías tras de nosotros, porque el bueno del alcalde se ha enterado y desea una linda venganza.
Por segunda vez, Ethan se encogió de hombros para restarle importancia a los sucesos.
—Nadie dijo que tenían que huir ustedes también…
—Te recuerdo, que si tú te hundes, los tres nos hundimos. Y viceversa.
Sus palabras parecieron sonar nuevamente graciosas a oídos de Kei puesto que se sostuvo su estomago con una mano y se cubrió los labios con la otra para evitar soltar una exasperante y molesta carcajada.
Al ver como ambos vampiros lo observaban con ojos asesinos, Kei se enderezó y tosió.
—Lo siento. Por favor, continúen —Soltó haciendo un pequeño gesto con la mano, expresando que podían ignorar su intervención de unos momentos atrás.
Resoplando, Alexander se volvió nuevamente a observar con fijeza hacia Ethan.
—…Encima, lo que hiciste fue un acto inmoral.
Rodando los ojos, el vampiro rubio le dio la espalda y recostó uno de sus costados de la pared del callejón, asomando ligeramente la cabeza fuera de este, con los parpados calculadoramente entrecerrados. Cuando su expresión se hizo un poco más sosegada entonces suspiró y se volvió hacia ambos.
—Claro, lo dice el rey de la moralidad —Contestó a lo que anteriormente había dicho Alex, mientras se cruzaba de brazos y arqueaba una ceja con burla e ironía —. Desde que sabes de la existencia de tu compañera, entonces te has comportado como un moji…
No le dio tiempo a continuar, antes de darse cuenta su cuerpo había reaccionado por propia voluntad y sus manos tenían fuertemente sujeta la garganta de Ethan empujándolo violentamente contra la pared. Kei, observaba con expresión intranquila el acontecimiento.
—Ni te atrevas a mencionarla de nuevo —Sus palabras estaban envueltas en peligro y con una promesa de muerte oculta entre ellas. Bruscamente, lo soltó y dándoles a ambos la espalda con rapidez, se alejó al rincón más alejado del callejón con la respiración agitada y el cuerpo extrañamente adolorido.
No deseaba recordarla.
Siempre evitaba pensar en Kirsten o cualquier cosa que pudiera recordarle su existencia. Inevitablemente, solo un pensamiento y su cuerpo dolía de forma mordaz y desagradable… anhelante y deseoso de la única cosa en el mundo que se había jurado no tener. Su piel enardecida, suplicaba entrar en contacto con la de ella; su olfato no podía evitar buscar el aroma a tiernos cítricos de Kirsten —Aunque años habían transcurrido, la fragancia de sus cabellos y su habitación no habían desaparecido de su mente—.
Pero sobre todo, su boca imploraba por la de ella. Demandaba trazar una línea desde sus labios, pasando por su mentón y deslizándose hasta la yugular… Donde entonces enterraría sus colmillos y probaría su suculenta y ansiada sangre…
Por el rumbo que corrían sus pensamientos, soltó un gemido frustrado y adolorido mientras movía la cabeza de un lado a otro, aturdido por los carnales deseos que invadían su imaginación. Su respiración, ya de por si agitada por el trayecto que había recorrido con los otros dos vampiros, se tornó un tanto más demacrada y jadeante.
…Olvídala.
Tenía que olvidarla.
Si seguía pensando en ella, entonces perdería el juicio. Y aun no estaba listo para volverse completamente loco.

***

Se había pasado un poco.
Lo sabía perfectamente, pero eso no implicaba que pensaba disculparse por nombrar discretamente a Kirsten Shower frente a Alex. Sencillamente no estaba en su naturaleza hacerlo.
Se acarició el cuello formando una ligera mueca en sus labios, mientras la atenta mirada de Kei seguía sus movimientos con fijeza e interés.
—…¿Dolió?
Ethan gruñó.
—Te daré una patada en el culo si sigues preguntando o diciendo estupideces —Se cruzó de brazos —. Ya has hecho suficientes payasadas por hoy.
Kei arqueó las cejas con sarcasmo y elevó las esquinas de los labios en un asomo de sonrisa.
—Cuanto lo siento, mami, no era mi intención ofenderte.
Gruñendo nuevamente, está vez con más pasión que la anterior, Ethan le dio la espalda al vampiro asiático y no pudo evitar darle una patada en todo su esplendor a uno de los botes de basura del callejón. El objeto de un patético tono metálico algo oxidado y desgastado por el tiempo y las tempestades, rodó sin piedad esparciendo el fétido contenido por el suelo.
—¡Joder, Rumsfeld! —Kei se cubrió la nariz con los dedos de la mano izquierda en cuanto el inevitable aroma a sobras de pescado y comida rancia invadió sin piedad su olfato.
Con un gemido de frustración, Alex se volvió hacia ambos y lo observó con un gran asomo de ironía y sarcasmo entremezclados.
—Explícame algo —Comenzó —. ¿A caso no sabes hacer nada bien?
Rodando los ojos con letal espacio, aunque un poco aliviado de que Alex aun le dirigiera la palabra, les dio la espalda y se dirigió a la salida del callejón.
—Muévanse, los tíos dejaron de seguirnos —Lo sabía porque el sonido de los pasos se había alejado a una distancia considerable. Les daba el tiempo suficiente de correr y alcanzar el lugar donde se estaban alojando. Okay, debía admitir que ser un vampiro tenía sus ventajas, como por ejemplo, la capacidad de tener un oído tan excelente como el que él poseía.
Miró sobre su hombro tanto a Alex como a Kei —Principalmente al primero— y entrecerró un poco los ojos, pensativo.
¿De qué se preocupaba? ¿No había sido Alex el que había decidido dejarlo todo atrás e irse de Nueva York? ¡Por supuesto que sí!
Entonces… ¿Por qué sentía que algo estaba fuera de lugar?
Mientras caminaba a un paso más o menos apresurado, su cabeza no dejaba de trabajar por sí sola haciendo reflexiones y pensando una y otra vez sin cesar.
Era un vampiro joven aún, por lo que todavía le quedaba tiempo antes de encontrar una compañera… E incluso, pensaba que tal vez le iría mejor sin la necesidad de encontrarse con una; quizás por esa simple razón —La de no saber el impacto que causaba y la necesidad del vampiro macho consumiéndolo por dentro con los más íntimos deseos de poseerla— era que no llegaba a comprender a Alex o a Blasius.
Pero una cosa si era segura: la distancia estaba poco a poco matando a su amigo.
Quizás Alex no deseaba aceptarlo, pero era bastante notable lo desgastado y solitariamente melancólico que a veces lucia, como si su cabeza viajara a otro mundo o a otro lugar. Y Ethan sabía en qué lugar se encontraba la mente de Alex.
Un lugar que aun lo deseara, no se atrevía a tenerlo por miedo. Por temor a alguna razón desconocida que estaba seguro nunca sabría.
Un lugar paradisiaco y que solo le traería felicidad y calma.
…Junto a Kirsten Shower.
Y allí, en medio de la calle, Ethan supo enseguida lo que tenía que hacer.
Por primera vez en su triste vida, estaba del todo dispuesto a hacer lo correcto. Por uno de los pocos seres a los que podía llamar “amigo” en todo su esplendor.
Se dio vuelta, encontrándose con los rostros sobresaltados de Kei y Alex, y dirigiéndose a este último, dijo las palabras que nunca creyó sentir la necesidad de decir.
—Creo que es tiempo de volver, Alex.


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N.A: A todos mis lectores, me alegro de informarles que esta autora está graduada =)... Ya he acabado las clases y puedo centrarme de lleno en mis proyectos, gracias por sus apoyos y espera. Y ruego para no decepcionarlos... Besos y abrazos.

P.D: Me retarde un poco más de lo esperado, porque tengo tres semanas sin internet y no tenía de donde publicar un nuevo trozo.