—¿Me está llamando anticuada? —Preguntó
Kirsten con ambas cejas arqueadas y cruzada de brazos, a lo cual el hombre
pareció alarmado.
—¿Qué? No, no, por supuesto que no. Me refería a la parte
romántica, desde luego.
“…Desde luego…”.
Que hombre más extraño. Y qué
extraña era ella. Aun era un total misterio la confianza y desconfianza
entremezcladas que conseguía causarle en un solo segundo.
Kirsten pasó a apoyar ambas manos a los lados de sus
caderas.
—¿Sabe algo curioso, señor? —Comenzó ladeando la cabeza
mientras sus ojos se cruzaban con el par de orbes verdes azulados de su
acompañante —. Usted sabe quién soy, pero yo no sé ni su nombre. No me gusta
hablar con extraños, además, usted sabe que los padres inculcan a los niños en
ese aspecto, sobre lo que pasa si hablan con desconocidos.
Tomó los bordes de su vestido azul turquesa y se giró
sobre sí misma.
—Aprecio mucho la ayuda que me brindó —Continuó Kirsten,
ahora dándole una leve mirada por sobre el hombro —, pero mi meta en este
instante es encontrara una salida e irme a casa; no tengo el tiempo suficiente
para detenerme y charlar.
Definitivamente lo dejó desencajado —Cosa que le dio un
enorme placer en su interior—. Erik[1]la miraba
fijamente sin decir nada y con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa
del repentino rechazo a su compañía.
¿Qué mujer en su sano juicio, aceptaría quedarse con un
hombre que ni su nombre deseaba revelar? ¡Por favor!.
Sin volver a mirar atrás, y manteniendo su falda
ligeramente alzada mientras caminaba, Kirsten se perdió entre la multitud de
personas con disposición a salir de allí.
***
Y toda esa retahíla y odisea pasada, había sido en total
vano.
Su madre no la había dejado
irse.
Apenas la vio intentando huir
por la salida, de hecho, la riñó frente a toda la multitud, sacándole en cara
que era ni más ni menos que la fiesta de cumpleaños de su hermano mayor. Por su
parte, Viktor, quien había estado de pie al lado de su madre, miró a Kirsten
con lastima y pena.
—Realmente lo siento, Kirs —Había dicho Viktor en
susurros mientras su madre la arrastraba de nuevo dentro del salón —. Parece que tendrás que quedarte un rato
más siendo la víctima de torturas de mamá.
…Probablemente, si se hubiera quedado con Erik, no estaría de pie oyendo las
conversaciones aburridas de las amigas de su mamá.
Suspiró pesadamente, y se inclinó por sobre el hombro de
su madre.
—Má… ¿Crees que al menos me dejarías ir al balcón?
Prometo no escapar —Susurró discretamente y con expresión serena.
Su madre, aunque no muy convencida y con expresión
contrariada, le dio el permiso de irse de allí. Ahora, gracias al cielo santo,
no tendría que soportar las conversaciones sobre la última colección de chanel[2] ó los viajes de compras a París.
Le robó una copa de champaña al camarero, y se movió
hacía la puerta que daba al amplio balcón. Kirsten suspiró al sentir la fría
brisa de la noche impactar contra su
rostro y remover sus cabellos con delicadeza.
Caminó despacio y pasó a apoyarse de los barandales
mientras bebía con cuidado de la copa. El líquido burbujeante raspó con
suavidad su garganta y la hizo soltar un delicado suspiro.
—No comprendo porque odia tanto las fiestas de sociedad —La
voz masculina a sus espaldas, la hizo girar con suavidad la cabeza y enarcar
una ceja —. No son tan malas, de hecho suelen ser divertidas y entretenidas si
lo ves por el lado positivo.
¿Él de nuevo? Comenzaba a sentirse acosada por el
fantasma de la opera.
—¿Divertidas? ¿Entretenidas? ¡Son una tortura! —No se
podía creer, que él hubiese dicho semejante cosa —. ¿Qué es lo entretenido de
las fiestas de sociedad? —Preguntó Kirsten enfurruñada. Definitivamente, el
hombre enmascarado con pintas de Erik, comenzaba a molestarla.
Odiaba estas fiestas desde que había comenzado a frecuentarlas
por petición de su madre; y estaba casi segura que su propia madre tenía dobles
intenciones con respecto a haberla hecho asistir a la fiesta de disfraces en
dedicación a su hermano mayor.
Seguramente su madre pretendía encontrarle marido, después
de todo… ¿Qué otra razón habría de por medio para que estuviera tan empeñada en
mantenerla en la fiesta? Pero gracias al cielo había estado tan ocupada con sus
propios invitados, que ni tiempo le había dado de pasearse con Kirs a través de
la habitación, presentándola a los amigos de Viktor.
¿Qué tenía de malo ser soltera a los veintitrés años?
El hombre le sonrió —ó por lo menos eso le parecía—. Se suponía
que la noche había estado helando, y de hecho había sentido frío momentos atrás,
pero después de esa sensual y sugerente sonrisa la temperatura de su cuerpo
subió por el avasallador calor que se extendía en su cuerpo bajo su vestido de
seda.
—La presencia de lindas señoritas como usted —Aseguró.
Genial, ahora resultaba ser
todo un Casanova.
—Si, claro —Dijo no muy convencida de las palabras de él.
—¿Por qué no le divierten las fiestas, Señorita Shower?
Kirsten arrugó el ceño y frunció el labio. Había
muchísimas razones por las que odiaba estar en esos círculos. Tal vez desde que
notó que el único motivo por el que se efectuaban esas fiestas tan ostentosas
en las que se le obligaba a participar, era porque sus padres habían pretendido
encontrar a algún joven millonario con quien pudieran casarla.
Simplemente, no confiaban en que ella pudiera defenderse
por sí sola. Y en cuanto tuvo la edad suficiente, Kirsten se alejó de ese
mundillo y se centró en algo que realmente la apasionaba y despertaba su
interés: la enseñanza.
Kirs aún se sentía muy joven para casarse. Ella no era
Francesca, que al cumplir los veintiuno, había contraído nupcias con Blasius en
una ceremonia privada.
Sencillamente, Kirsten
esperaba más en su propia vida. Pero sus padres parecían no querer avanzar del
siglo dieciocho y comprender que en estos tiempos las mujeres se casaban a edades
mucho más avanzadas.
Suspiró, sintiéndose repentinamente
cansada. Por supuesto, jamás hablaría de esas cosas con un perfecto extraño.
—No me gusta cuando los hombres mayores comienzan a
hablar sobre las operaciones de sus juanetes y los resultados tan “magníficos”
que han recibido —Dijo con expresión seriamente asqueada —. ¡Odio cuando se me
acercan los hijos babosos de empresarios y en lugar de mirarme a los ojos cuando
hablamos, me mira a los pechos! —Exclamó con sinceridad, reflejada en su tono.
Esa parte iba especialmente dedicada a Reginal.
Erik rió,
aparentemente divertido por lo que oía.
—Bien… ¿Y qué más? —Preguntó con interés, mientras se
acercaba a ella y apoyaba sus propias manos sobre el barandal del balcón.
¿Qué más?
—Las sociedades están llenas de chicas superficiales y de
lo único que saben hablar es de cuánto dinero gastaron en su nuevo bolso de Louis Vuitton[3]
ó de que se trató la última cirugía plástica que experimentaron —Gruñó —.
Algunas creen que un par de pechos enormes, valen más que la posibilidad de
opinar y de tener mente propia.
El señor fantasma
de la opera, le lanzó una mirada que la hizo estremecer. ¿Por qué la miraba
de esa forma? Estando los dos solos la hacía sentir más consciente de la presencia
de él y de su masculinidad.
Incluso su aroma. Estaban lo suficientemente cerca, como
para que ella pudiera captar perfectamente la fragancia a virilidad y a hombre
proveniente de él.
—Quizás, las fiestas te son tan aburridas… —El brillo
azul verdoso de sus ojos tenuemente ocultos tras la máscara, lograban que el
corazón de ella palpitara con fuerza. Sin saber por qué, a Kirsten le parecían
unos ojos completamente conocidos, ahora incluso más que antes, lamentablemente
no sabía si era correcto asociar al hombre enmascarado con su viejo primer y
único amor. No quería sentirse obsesiva con respecto a Alexander Night, no
podía permitírselo —… Porque no has probado los Besos a medianoche.
Esa última declaración, la dejó totalmente anonada
después de arrastrarla de regreso a la realidad y totalmente fuera de sus
pensamientos.
—¿…Besos... a medianoche? —Repitió inconscientemente, con
su mirada perdida en ese par de ojos oscuros, que parecían conocer hasta el más
íntimo secreto de su alma.
[1] N.A: Kirsten hace referencia a que Alexander
está vestido como el fantasma de la opera. Erik es el nombre del
mismo.
[2] es una casa de modas parisina,
creada en 1910
por la diseñadora Coco Chanel. La marca se especializa
en diseñar y confeccionar artículos de lujo, como indumentaria de alta costura lista
para usar, bolsos, perfumes y cosméticos, entre otros.
[3] Es una empresa francesa
que diseña ropa y complementos de lujo, está considerada como la marca de lujo
más exclusiva del mundo.
NOTA: Primeramente quiero
disculparme por todos por el retraso que hubo en la publicación de la
actualización, la razón es que tuve un par de inconvenientes esta semana y
aunque tenía ya el capítulo preparado, no hubo el lapso de tiempo necesario para
corregirlo.
Muchas gracias, por los
comentarios anteriores, les envío muchos besos y abrazos a todas las lectoras y
lectores.