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Nada por ahora
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Capítulo VI. Parte II. A



            Había sido otro infinito y doloroso fracaso. Abigail Denton regresaba de nuevo a casa, vulgarmente como el dicho decía, con la cola entre las piernas.
            Suspiró pesadamente con el último manuscrito qué había corregido bajo su brazo y sus esperanzas y sueños pisoteados bajo sus propios pies. Abigail vivía de lo poco que ganaba trabajando en una revista de mala muerte, haciendo tontos artículos paranormales, cosas que sólo la gente realmente tonta leía.
            Había logrado hacer de ese trabajo su profesión, al menos hasta que terminara la carrera de literatura en la universidad; pero entre tan poco tiempo y tantos gastos que debía correr, Abigail se sentía cada vez más aplastada.
            “El día no tiene la cantidad de horas que debería…”. Suspiró nuevamente después de que ese pensamiento surcara por unos instantes en su cerebro.
            Lo cierto es que Kirsten creía que Abby trabajaba como escritora… Pero sencillamente, no era el tipo de escritora que su amiga creía. Su situación llegaba a rayar lo triste, pero sus manuscritos de novelas románticas eran constantemente rechazados y burlados por todas las editoriales a las qué terminaba recurriendo.
            Necesitaba vacaciones.
            Era muy obvio que intentar cambiar de trabajo era casi imposible dados los acontecimientos —Refiriéndose a las constantes negativas recibidas por los múltiples editores —, pero su propia terquedad le impedía simplemente tirar la toalla como otra persona lo haría.
            Tomando las páginas entre sus manos, observó con fijeza el titulo y se mordió el labio inferior. A esas horas, el metro estaba abarrotado de personas que se trasladaban del trabajo a casa; pero a pesar de no haber conseguido de donde sujetarse, Abby descubrió que era bastante buena para mantener el equilibrio y no caerse tontamente en frente de todas esas personas.
            Permaneciendo en silencio y sin siquiera levantar la vista se centró exclusivamente en leer lentamente las letras impresas sobre las hojas blancas, y por segunda vez se mordió el labio inferior.
            Creyó preferible alzar la vista y dejarla en algún punto fijo de la ventana, que continuar torturándose a sí misma recordando las razones tan poco objetivas de los editores para echarla a patadas del edificio.
            “… ¿Qué es lo que tuve mal? Sinceramente no lo entiendo…”
            Cuando el metro se detuvo en la estación particular en la que siempre se bajaba para llegar a casa, Abigail se hizo paso entre las personas y con el ceño fruncido logró salir antes que las puertas se cerraran.
            La aglomeración de las seis de la tarde en el metro, era el único problema de no tener otro medio de transporte. Los taxis siempre eran más costosos.
            ¡Oh por dios! Ya comenzaba a sonar como una total mujer desesperada… Nadie diría que Abby provenía de una de las familias más adineradas en todo Nueva York.
            El cielo ya estaba oscuro cuando salió del subterráneo y subió las escaleras que daban a la salida de la estación; lo bueno era que su departamento estaba a solo unas cuantas cuadras del lugar.
            Se sujeto el bolso con una mano mientras ocultaba el manuscrito en su pecho, y se preparó para recibir el aire frío de la noche en el rostro. Estaban en esas fechas en donde mayor era la frialdad nocturna cada noche, que se sentía casi congelar por fuera de una buena calefacción… Jamás había sido muy amiga del frío, casi siempre la terminaba enfermando.
            Lentamente, las aceras dejaron de ser concurridas y pasaron a despejarse, casi dejándola completamente sola en sus pensamientos mientras recorría el mismo camino de todos los días.
            ¡Paff!. Desorbitada y repentinamente alterada, Abby saltó sorprendida al oír como en el callejón a un lado de su camino rutinario, el sonido de un bote de basura caerse. Parpadeó un poco alertada, y mirando a ambos lados pasó a girarse de frente al callejón.
            Por alguna razón comenzaba a sentirse como la adrenalina subía por su cuerpo ante la idea de  entrar al callejón y verificar que había sido todo eso del sonido.
            Ahora resultaba ser que era de espirito aventurero.

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NOTA DE AUTORA:

Debo anunciar, que lamentablemente esto es todo por hoy. Primero dije que actualizaría para el martes, pero se me presentaron algunas dificultades, así que aquí me tienen.

Esto es solo un fragmento de la segunda parte del capítulo, espero me disculpen y me dejen deberles el resto hasta el jueves-sábado…  Me voy de viaje a Venezuela el viernes, y regreso hasta el 28-Dic-2012, pero digo que Las actualizaciones seguirán su mismo curso: Todos los jueves durante el transcurso del día.

P.D: Muchas gracias a los comentarios de capítulos anteriores.

Besos y Abrazos,
Antonella.
 

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Besos a Medianoche. Capítulo VI. Parte I.



Ser parte del consejo de vampiros era pésimo. No, definitivamente era peor que pésimo.
A tardías horas de la noche del día siguiente, Alexander Night se encontraba en las afueras de Nueva York, hermosamente adentrado en una de las llanuras de la zona. La oscuridad del cielo y el roce del pastizal contra su pantalón eran bastante molestos, pero el completo y absoluto silencio que reinaba en las penumbras era la gota que derramaba el vaso.
Llevaba cerca de una hora allí de pie, esperando a que el líder de los lobos de uno de los clanes se dignara a aparecer.
Suspirando, Alex se acarició la frente. ¿Por qué él tenía que hacerse cargo de esto? Sí, era cierto que Alex y Blasius habían tenido un anterior contacto con los distintos clanes de los lobos, pero seguramente si los líderes se enteraran de que el consejo de vampiros estaba culpándolos de múltiples asesinatos, les mostrarían el dedo medio en señal de una total ruptura de relaciones.
—Los lobos de mi clan no han hecho nada —El fuerte bramido que vino desde su espalda, hizo que Alex saltara y pasara a mirar sobre su hombro. Lucius Clapton, el líder del clan Wulfs, alto fornido y de cabellos y ojos oscuros, lo miraba fijamente con los ojos entrecerrados y una mueca de disgusto por su presencia frente a él.
De eso era de lo que hablaba. Ninguno de los líderes estaría contento… En especial Lucius.
El clan Wulfs era el más grande en referencia de lobos, y estaba diseñado cuidadosamente y específicamente para proteger a la raza. Probablemente era un poco parecido al consejo de vampiros, sólo que mucho más numeroso y con un pequeño detalle: el clan Wulfs jamás investigaba antes de acabar con la amenaza hacía la raza de los lobos.
Muy bien, era tiempo de provocarlo un poco.
—Los lobos del clan Black son una manada de hippies en contra de la violencia, y los del clan Night se la pasan besándole el trasero a los dioses y a los humanos… Lo lamento, amigo, pero solo un lobo de tu clan es lo totalmente sanguinario como para haber desgarrado la garganta de tres vampiros —Concluyó Alex, observando fijamente a Lucius, quien tenía una perfecta expresión de querer mandarlo a la mierda. Resultaba hasta divertido observar el cambio tan activo en las expresiones del lobo, que por supuesto iban de mal en peor.
—Escúchame, chupasangre… Ningún lobo de mi clan mató a alguno de los tuyos. Estás metiendo tu nariz en el sitio equivocado; y si crees que te dejaré seguir husmeando por aquí, te digo directamente que te arrancaremos la cabeza ante el menor descuido.
Alex alzó ambos brazos señalando a Lucius con ellos.
—¡¿Lo ves?! ¡Allí está lo sanguinario de nuevo!
Lucius ignoró su comentario y se giró sobre sí mismo.
            —Espera… Clapton, gente de mi raza está muriendo por causas misteriosas, y los del culo enorme y gordo, en otras palabras: el consejo, cree que los lobos son la causa. Sé que me entiendes, tu trabajo es velar por los tuyos —Alex miró fijamente como la espalda de Lucius comenzaba a alejarse y después con mucha lentitud comenzó a aminorar el paso —. Necesito que me ayudes.
            Ahora, el lobo pasó a mirarlo por sobre el hombro. Las luces de la luna aclaraban los ojos de Clapton, haciéndolos parecer de un tono más bien ámbar, brillante pero con matices de oscuridad en ellos.
            —¿Por qué habría de ayudarte? Después que viniste aquí y acusaste a mi raza de andar asesinando a vampiros. Nosotros sólo acabamos con aquellos que nos amenacen… ¿Por qué iríamos a por los vampiros? Estamos en buenos términos con ellos.
            Era un buen punto y bastante lógico.
            —Entonces… ¿Sabes con quien podría ir? —Preguntó Alex. Su teoría era de qué el clan Black y el clan Night, estaban por fuera de lo que él buscaba. Mientras que el clan Black era un eterno pacifista en muchos aspectos, el clan Night solo estaba interesado en proteger a los humanos.
            —Probablemente Hall pueda ayudarte —Susurró Lucius antes de comenzar a caminar —. Está mucho más enterado de lo que sucede en todas partes… Te será muy útil.


***

            Para resguardar el bienestar humano habían tres cosas importantes: tener los ojos muy abiertos, no poseer ninguna debilidad y adquirir los contactos necesarios.
            Mientras tomaba su té, Hall Knight observaba fijamente al espejo frente a él, tranquilamente admiraba las cosas que sucedían a su alrededor.
            —Está a punto de ocurrir algo muy interesante —Susurró para sí mismo sin alterar su expresión pasiva y distantes; justo en el momento en que la puerta a su habitación sonó.
            El rostro de su sirviente se asomó por una pequeña abertura entre la puerta y el marco.
            —Señor, hay un hombre llamado Alexander Night en la puerta, dice que necesita cruzar algunas palabras con usted —El hombre de mediana edad, llevaba con él cerca de siete años, y nunca había mostrado mucha sorpresa por lo estrafalaria que era la vida dentro de esas cuatro paredes. Eso era precisamente lo que le agradaba a Hall de su mayordomo.
            —Lo esperaba, hazlo pasar —Dijo con voz suave mirando por sobre su hombro como el hombre desaparecía y cerraba la puerta tras de sí.
            Hall se puso de pie y dejó la taza de té en la mesita auxiliar a su lado, luego caminó hasta la ventana y corrió las cortinas dando paso a la luz de la luna que se filtró enseguida por toda la habitación.
            —…Seguro será una charla entretenida.


***

            A Alex le costó creer que el líder del clan de lobos Night, lo recibiera sin más. De hecho fue impresionante como el mayordomo lo guió dentro de la casa sin expresión hasta una pequeña salita a casi cinco minutos de caminar. En definitiva era una casa tan grande como la suya.
            El mayordomo abrió la puerta y le dio paso para luego cerrarla de nuevo.
            Alex se sintió repentinamente claustrofóbico.
            Hall Knight estaba de pie frente a la ventana, observando fijamente hacía afuera como si algo llamara con incesante interés su atención. Sin saber qué hacer para captar su atención, Alex  carraspeó con un poco más de fuerza de la debida.
            —Hall… —Habló con voz pasiva. Definitiva estaba en frente al más raro lobo de todos los qué había conocido.
            Lentamente, Hall pasó a mirarlo por sobre el hombro. Su par de fríos y enigmáticos ojos grises brillaban de forma extraña y particular; el cabello negro y largo le llegaba a media espalda. Era tan alto como Clapton e igual de fornido, debía admitir que no había ningún lobo, tanto femenino como masculino, que fuera feo.
            —Alexander Night —Hall se giró lentamente y sonrió de forma casi imperceptible, apenas elevando una de las esquinas de su boca —. Estaba esperando por ti.
            No había sido mentira de Clapton cuando le dijo que Hall lo sabía todo; pero la pregunta importante allí era si estaría dispuesto a colaborar con él en lo que necesitaba.
           
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Besos a Medianoche. Capítulo V. Parte II



—¿Y bien? ¿Cómo te fue?
            Alex gruñó al notar la cabellera rubia perteneciente a un inquilino sentado de espaldas a él. Ese color tan platinado de rubio sólo podía pertenecer a alguien a quien conocía bien, y la voz que siguió a los pensamientos de Alex, comprobaron su teoría.
            —Ethan —Dijo con un tono de voz más bien cansado, a lo que Ethan pasó a observarlo por sobre el hombro arqueando ambas cejas.
            Los ojos azul profundo lo miraban fijamente como analizándolo.

—¿Tan mal te fue en tu visita oportuna a tu compañera?
            Alex entrecerró los ojos.
            —No salí a verla a ella, fui a cazar ni más ni menos —Inquirió con la voz algo ronca por tener que haberse inventado una excusa para justificar su ausencia. La cual no era del todo mentira, puesto que, luego de haber huido de la mansión de los Shower, se había ido a buscar una mujer de la que pudiera alimentarse.
            Sólo deseaba sacarse a Kirsten de la cabeza un rato, pero sencillamente no podía.
            Incluso mientras la sangre de una sensual mujer rubia, llenaba su boca y el sabor se anidaba en su lengua, en lo único que podía pensar era en Kirsten. Sus brillantes e inteligentes ojos azul cielo, y esos labios rojos cómo una cereza, que le prometían el cielo si se atrevía a besarlos.
            Había casi matado a la pobre mujer por haberse ido de las ramas. Tuvo que buscar algún lugar seguro donde dejarla e implantarle el recuerdo de haberse pasado de tragos esa noche.
            Ethan permaneció en silencio unos momentos, mirándolo fijamente a los ojos.
            —…¿Y fuiste a cazar vestido del fantasma de la ópera? Muy original amigo —Aunque Ethan quería parecer sin expresión, Alex no pudo evitar escuchar una nota de burla y humor en su voz.
            Alexander maldijo en su mente. Se había olvidado del traje… ¡Inclusive tenía la máscara en una mano!
            —Sí, ya sé que soy original, gracias.
            Se quedó unos momentos en silencio, esperando a que Ethan terminara de ahogar la risa.
            —…bueno —El vampiro más joven comenzó a hablar luego de que aparentemente cumpliera con su objetivo —. Y… ¿Lograste sentirte como Vladimir Dracula esta noche, al fin y al cabo?
            —¡Joder, Ethan! —Un poco irritado, Alex le arrojó la máscara a su compañero quien comenzó a desternillarse de la risa sobre el mueble.
            Años atrás, jamás se hubiese esperado a que Ethan Rumsfeld, con lo serio que se veía, fuera un verdadero hijo de puta que le encantaba joder a la gente —en el más crudo y duro de los lenguajes—.
            Desde que Blas se había ido con Francesca, había estado bastante distanciado y algo sólo en cuanto a términos de compañía masculina. No habría pensado que su mejor amigo desaparecería de su vida de una forma tan apresurada… Pero al menos Blas era muy feliz en su pequeño nido de amor.[1]
            Más sin embargo, eso no borraba el hecho de que Alex, de un momento a otro, se hubiese encontrado con que no tenía de nada ni nadie que sostenerse, hasta el punto de que había barajado la idea de hacer suya a Kirsten. Pero entonces, Ethan apareció como caído del cielo y terminaron en Sidney.
            Ahora de nuevo en Nueva York, se sentía nuevamente enloquecido ante la idea de que su compañera —A la que siempre había pensado dejar ser feliz, puesto que ella merecía completa voluntad de elección y una vida totalmente normal—, al ver a Ethan de nuevo se sentía de alguna forma, más tranquilo.
            Cómo si pudiera contar con que si fuera a saltar sobre ella, Ethan estaría allí para detenerlo.
            —Fui a verla —Admitió por fin en un suspiro cansado.
            —Ya lo sabía —Ethan se encogió de hombros sin más —. De hecho, me lo imaginé desde qué regresamos de Australia —Suspirando, Ethan se puso de pie y caminó hasta él con ambas manos dentro de los bolsillos de su chamarra —; pero no es por eso por lo qué he venido.
            Alexander caminó hasta su exhibidor de vinos y dejó la máscara del fantasma de la ópera sobre la fina madera de roble, mientras que tomaba una de las botellas de la cosecha francesa de mil novecientos. La expresión de Ethan, que repentinamente se había tornado sumamente seria, reflejaba que lo que estaba por venir no era algo precisamente bueno.
            Se movió despacio y en silencio para sentarse en uno de los banquillos de la sala con estilo victoriano en tonos azules y otros colores pasteles.
            —Soy todo oídos.
            Ethan se trasladó hasta la ventana al frente de él. Probablemente su mayordomo había corrido las cortinas antes de que él llegara y ahora la luna iluminaba la habitación en todo su esplendor.
            —Han muerto tres magnates —Mirándolo sobre el hombro, Ethan arqueó una ceja —. Una de inversiones, otra de exportaciones y otra de envíos por correo. Las tres tienen algo en común: sus presidentes y creadores eran vampiros en edades comprendidas de quinientos a mil años de antigüedad; y las tres estaban a un paso de entrar al mercado internacional.
            Alexander enarcó ambas cejas.
            —¿Vampiros y dueños de empresas? Interesante —Tomando en cuenta que tanto Ethan como Blasius y él mismo, eran dueños de empresas multinacionales. Asquerosamente ricos y con mucho tiempo por delante para continuar llevando sus negocios a viento en popa.
            Ethan caminó y se sentó en el mueble frente al suyo.
            —Murieron por las mismas causas… —Admitió con una mueca en los labios —. El consejo de vampiros quiere que hables con algunos de los líderes de clanes de los lobos[2]. Creen que las muertes fueron causa de algún lobo demente y sin escrúpulos, pero no tenemos muchas huellas como para acusar a alguno en particular.
            Alex se puso repentinamente de pie. El consejo de vampiros estaba integrado por los más viejos de todos ellos, hacía ya algunos años que Alex había dado la petición de salida. No quería dedicar lo que le quedaba de mísera y solitaria vida, juzgando y ocupándose de proteger a la raza.
            —¿Por qué a mí? —Preguntó con voz algo resentida.
            Ethan suspiró.
            —Sabían que reaccionarias así, por eso me pidieron que viniera a hablar contigo —Se encogió de hombros sin dejar de mirarlo —, no estoy de acuerdo con que te involucres de nuevo en ese mundillo, Alexander. Pertenecer a un consejo de vampiros ó participar en sus actos, es casi tan macabro y oscuro como el lado que muchos no ven de la iglesia católica, y otros que sí pero aun con todo y lo que saben continúan siguiéndola y adorándola[3] —Ethan pasó a dejar su espalda descansando en el espaldar del mueble —, pero creo que esta vez, deberíamos hacer algo.
            Alexander lo miró fijamente sin expresión.
            —¿Deberíamos, dices? Ó ¿Estás interesado en saber que hay detrás de todo esto? —Al ver la sonrisa que se le escapó a Ethan, Alex soltó un bufido y se acarició la frente —. Qué maldito cabrón eres, amigo.
           


[1] N.A: Referencia al primer libro de la saga: Oscura Inocencia.
[2] N.A: Mencionado en Oscura Inocencia. Seres de apariencia humana con capacidad de adquirir forma de lobo o viceversa. Existen tres clases con objetivos distintos: El clan Wulf, el clan Night y el clan Black.
[3] N.A: Ethan hace una referencia a las épocas oscuras de la Iglesia Católica, como ejemplo: las cruzadas ó algunos de los papas corruptos de la iglesia.