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Nada por ahora
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Besos a medianoche. Capítulo VII. Parte I.


Capítulo VII

     Largas horas de trabajo, de eso estaba compuesto los días de Kirsten. Las prácticas como profesora no eran nada fácil en comparación con lo que enseñaban en sus clases de pedagogía infantil, y en ese preciso instante estaba feliz de que las luchas contra los niños para evitar que huyeran por la puerta del salón hubiesen cesado.
            Se encontraba en el pequeño baño de la escuela elemental.
            Kirsten se miraba fijamente al espejo con expresión cansada, su cola alta en la que había atado sus cabellos temprano en la mañana, ahora estaba hecha un desastre; y su delantal con pintorescas flores y caritas felices totalmente lleno de comida y pintadedos. Y aun así, no tenía intención de dejar de lado su sueño de ser profesora de jardín.
            Sólo que nunca estuvo preparada para la realidad cuando comenzó las practicas.
            Los niños eran unos diablillos, con pequeños momentos de ternura y tranquilidad a lo largo del día.
            Sus prácticas eran de seis a seis. Tenía un grupo en la mañana, y luego entraba otro en la tarde, posteriormente podía irse a casa y dormir una buena dosis ya que sólo le tocaba estar allí interdiario —Tres días a la semana para ser exactos—.
            Se lavó la cara, retirando el maquillaje ya en un estado de decadencia; seguidamente se deshizo la coleta y peinó sus cabellos, para finalizar quitando y guardando su delantal sucio dentro de su maleta.
            Cuando se sintió lo perfectamente estable para no caerse de camino a casa, se colgó el bolso con sus cosas a un hombro y salió del hombro. Casi siempre era la última en salir, así que no le extrañó ver que solo quedaban las señoras hispanoamericanas del aseo limpiando los pasillos.
            —Nos vemos mañana, María, Carolina —Ambas mujeres alzaron la vista, y le sonrieron con amabilidad.
            —Cuídate, muchacha, que Dios te haga compañía hasta casa [1]—Dijo María, con una escoba en la mano y despidiéndola con la otra libre. Tenía un acento mexicano sumamente marcado.
            Aunque no entendía muy bien lo que la mujer dijo, Kirsten asintió y le sonrió con dulzura.
            Eran mujeres amables y honradas. En las semanas que llevaba allí, se habían ganado su cariño; ambas eran cincuentonas y trataban a todos allí con una sabiduría y una maternidad sin fin. Ya fueran a las profesoras ó a los mismos niños, no dudaban en prestar sus manos cuando fuera necesario.
            Salió del lugar un poco más animada de lo que había esperado. Kirs repasó las cosas pendientes por hacer antes de darse el sueño de su vida —entre ellas por supuesto, llamar a su madre—.
            Bajó uno a uno los escalones que seguían a la puerta de la pequeña escuela para niños entre dos y cuatro años, y ajustando el bolso a su hombro se dispuso a caminar.
            No dio muchos pasos antes de sentir la piel de la nuca erizarse de forma automática. Kirsten pasó a detenerse abruptamente por el frío que recorrió toda la extensión de su columna, haciéndola pasar saliva; miró discretamente por sobre su hombro hacía el vacio y apenas iluminado estacionamiento, donde las maestras parqueaban sus autos.
           Se había sentido observada… Pero no había ni un alma allí. Lo cual era sin duda muy alarmante.
            Apenas eran las siete pero ya estaba muy oscurecido el ambiente, señal de que el invierno no tardaba en llegar.
            Rápidamente se giró y regresó a caminar aun más deprisa, lamentablemente los alrededores estaban demasiado solo a esas horas, a excepción de uno que otro automóvil que surcaba la avenida.
            Cómo decía su padre, mejor era prevenir que lamentarse las consecuencias; así que no iba a detenerse a esperar a que algún ladrón o delincuente se abalanzara sobre ella por quedarse relegada mirando los alrededores.
            Tardó poco en dar con un área transitada, y suspirando aliviada pasó a mezclarse con las personas.
            Lo bueno de la escuela en donde hacía sus prácticas, era que quedaba a sólo unas cuadras del departamento que compartía con Abigail, pero aun así al final del día le parecía que quedaba a largos y dolorosos kilómetros.
            Por eso, quizás, fue que Kirsten creyó ver el paraíso cuando divisó la entrada al conjunto de departamentos.
            El guardia de turno estaba dándose una siesta, mientras el que iba a sustituirlo la saludó y entró al pequeño bañito de la cabina de seguridad, probablemente para cambiarse. Ella le regresó amablemente el saludo con un asentimiento de la cabeza; en su mente, Kirs se preguntó si Abby había pasado a recoger el correo.
            Bueno… Estaba demasiado cansada, no pasaría nada si lo recogía en la mañana.
            Tomó aire y continuó su camino hacia el ascensor. Se alegraba de que ese sitio fuera tan tranquilo, y que los vecinos se desentendieran de los otros habitantes… Así se evitaba la mortificación de detenerse a hablar con alguno de ellos. Por no decir que era una arpía, Kirsten saludaba cortésmente a sus conocidos en la misma planta donde se localizaba su departamento, pero ella no estaba allí para hacer buenas migas con nadie así que simplemente llevaba todo al margen.
           De nuevo, sintió que transcurrieron horas antes de que el ascensor se detuviera en el quinto piso. Y de nuevo, se alegró que no hubiera nadie por allí a esas horas puesto que, torpemente tropezó cuando salió al pasillo.
            “¿Estoy tan cansada? Siento que voy a caerme de camino a mi cama”. Pensó.
            Se veía a sí misma saltándose la cena.
            Lo lamentaba por Abby, pero de nuevo le tocaría cenar algún enlatado.
            Sacó sus llaves del bolso y las introdujo en la cerradura, fue como cantar de ángeles oír la misma abrirse. Entró en silencio y cerró con cuidado la puerta tras ella para recostarse en la madera un par de minutos.
            Necesitaba tanto dor… Un momento.
            Kirsten entrecerró los ojos al oír como varias cosas se caían desde la habitación de Abigail. Era raro siquiera escuchar algún sonido proveniente de la pieza de ella… Era casi como vivir con un muerto durante la mayor parte del día.
            —Ssh… ¡No hagas tanto ruido! —La voz de Abby se oyó más que claramente desde donde estaba. Kirsten dejó con cuidado su bolso cargado de cosas en el suelo y comenzó a caminar hacía la habitación de su compañera de piso.
            “¿Con quién está hablando?”.
            Con mucho silencio y algo de cuidado de hacer algún tipo de sonido que pudiera alertar a Abigail, Kirsten caminó hasta la puerta cerrada —cosa que la impresionó, Abby jamás cerraba la puerta para cuando Kirsten llegaba— y apoyó la oreja sobre la madera.
            Oía a Abby hablándole a alguien totalmente desconocido.
            Kirsten de nuevo se movió en silencio hasta el otro lado del departamento, abrió la puerta de la entrada y la cerró con fuerza.
            —¡Abby, ya llegué! —Exclamó en voz alta. Sumamente alta.
            Fue gracioso oír como ella, en su habitación, se alteraba. Sonidos. Sonidos. Aparentemente algo volvió a caerse… Se preguntó que había sido esa vez.
            …Y milagrosamente, Abigail salió y cerró rápidamente tras ella. No podía lucir una expresión más obvia y culpable porque simplemente era imposible; Abby la miraba con fijeza, con las manos tras la espalda y su respiración agitada.
            Kirs pasó a entrecerrar los ojos.
            —¿Pasó algo?
            —¡No! ¿Cómo crees que pudo pasar algo? Está todo perfectamente bien, lo juro —No hacía falta mencionar, que Abby parecía tratar de convencerse a sí misma de lo que decía. Lo cual era sin duda alguna aun más sospechoso.
            —¿Cómo te fue en la editorial? —Preguntó Kirsten cruzándose de brazos.
            La expresión de Abby adquirió un tono un poco más realista y menos fingido de lo que había tenido momentos atrás.
            —mm… Bastante bien. Tengo que corregir algunas cosas que todavía no les agradan —Susurró con una vocecita —. ¿Podemos pedir pizza para cenar esta noche?
            Kirs estuvo a punto de contestar, cuando oyó un sonido proveniente de detrás de la puerta que Abigail intentaba proteger con su vida.
            —¿Qué ha sido eso? —Kirs miraba fijamente la madera de roble aun más interesada.


[1] Del español original.



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NOTAS DE AUTORA:

Hola, chicas. Siento mucho la tardanza en aparecer, pero aunque ya estoy en Venezuela no había tenido internet hasta ayer; y lamentablemente no alcance a publicar.
Aquí están los capítulos que debía.

Besos y abrazos a todas, y muchisimas gracias por esos comentarios que me animan y me ayudan a conseguir motivación e inspiración.

Antonella.

9 comentarios:

J.P. Alexander

Buen capitulo, solo pasaba para saludarte

Anónimo

Hola,anto, me encanto,lo que. Lei, ya quisiera que publicaras los demas capitulos. Una pregunta...cuando termines tu libro.......habra la posibilidad de que se pueda leer todo completo, o descargarlo? Saludos, soy una mas de tus seguidoras pendiente de tu blog y tus historias.

teresa

No importa la tardanza, lo que importa es que no te olvidas de nosotraas, un bs

Anónimo

Me encanta esta novela, estoy enamorada y te esperamos cuanto quieras!!
Una cosa.. Si la tienes ya terminada no la podrias poner para descargar?? Seria lo mejor, es una sugerencia esta claro que tu decides.
Un beso

Nataniel Moon

hola, acabado de descubrir tu blog y déjame decirte que eres una gran inspiración. Me he leído mas de 50 libros de genero romántico y yo tenia en mente que eras una autora profesional. Enserio me has impresionado mucho, me gusta tu drama compleja de vampiro y eso es que yo no soy de leer novelas de fantasía. Normalmente leo entre jeques árabes, príncipes de países desconocidos y multimillonario.

Anónimo

¿Disfrutando de tus vacaciones? Porque por aqui se te echa de menos

Anónimo

Publica prontooo porfissss alex de venezuela!!

Anónimo

Publica prontooo porfissss alex de venezuela!!

Antonella

Chicas, lamento tanto la tardanza. He tenido muchisimos inconvenientes, pero me alegro informarles que en estos días (Antes de que termine el año) retomaré las publicaciones de nuevo.

Como sabrán, estaba visitando a mis familiares en Venezuela durante este mes y creanme que eso complicaba muchisimo las cosas para poder escribir y reportarme; pero afortunadamente el día de hoy regresé a Colombia y ya estoy instalandome en mi casa de nuevo, por lo tanto podré concentrarme en escribir y publicar para ustedes.

Les deseo felices navidades, y muchos besos y abrazos.