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Nada por ahora
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Amor Al Azar. Historia 1º. Capitulo 2

Capítulo Dos

Pasados tres días, Frederic se sentía con ganas de cometer algún homicidio con tal de aligerar la tensión. Apretó la mandíbula, mientras dejaba caer su cabeza contra la almohada.

Llevaba tres noches seguidas sin lograr pegar el ojo, y enormes bolsas se habían formado bajo sus ojos.

Se quitó las sabanas de encima por medio de una patada y caminó a la cocina a paso apresurado, principalmente a donde se hallaba la cafetera, donde se encontró a si mismo sirviendo una taza de café muy bien cargado. Se sentó en la silla del comedor y se frotó la cara con su mano libre.

Por todos los santos que no era ni meramente capaz de desaparecer de su mente el rostro de Marissa. Y su cuerpo insistía una y otra vez en recordar, lo bien que se amoldaban el uno al otro.

Todas las jodidas noches que no había podido dormir fueron a causa de sus sueños con ella. En lugar de tomarla detrás de la pared de aquel baño, lo hacía entre las sabanas de satén blanco de su cama. Se levantaba completamente duro y sudoroso con la necesidad de tomarse una ducha helada.

Dejó caer su cabeza hacia atrás y observó fijamente el techo. Hace mucho tiempo que no había sentido esto por una mujer.

No. Nunca había sentido esto por una mujer.

Se frotó los ojos e incorporándose tomó un sorbo de café.

Al terminar la taza, se levantó y observó su reflejo en el espejo.

Los cabellos oscuros caían sobre su frente y en la parte de atrás acariciaban levemente su nuca. Los ojos de un inconfundible tono chocolate le devolvían la mirada. Necesitaba una buena afeitada para despejar su fuerte mandíbula.

Solo llevaba unos bóxers de seda negros; el resto de su cuerpo estaba descubierto. Su pecho musculoso y su vientre delgado, fruto de una buena alimentación y una hora de deportes diaria. Las piernas largas y musculosas y los brazos tonificados. Su piel estaba bronceada, debido a la piscinada a la que había asistido en su último trabajo.

Soltó un suspiro.

Con treinta años se veía bastante bien.

Bufó cuando observó el reloj. Eran las ocho de la noche. Esa noche se había una cena en casa de Leonard Snow y él no debía faltar, sería como decepcionar las buenas intenciones de su jefe.

Caminó hasta su habitación, se bañó y se afeitó. Eligió vestirse con una polera de cuello alto color negro, que se ajustaba a la musculatura de su pecho y unos jeans desgastados. Se calzó unos zapatos converse negro de corte bajo y tomando las llaves de su automóvil, se encaminó a la casa de Leonard.

Como era de esperarse, todos los acompañantes y Paul asistieron. Simon, Elliot y Paul vestían tan casual como él mismo y durante toda la cena hablaron de cosas triviales, Frederic no tardó en excusarse con la intención de ir al baño.

Se enjuagó la cara y se apoyó contra el marco de la puerta durante unos minutos. Cuando salió del cuarto de baño encontró que la luz salía de uno de los cuartos y el sonido de la televisión llamó su atención. Asomó su cabeza por la puerta y sus ojos quedaron clavados en la figura que se encontraba en el sofá.

Marissa Snow tenía las piernas contraídas contra su pecho, el mentón descansaba sobre sus rodillas y su mirada estaba perdida en la película. Su corazón palpitó rápidamente, se veía inhumanamente irreal, inocente y perfecta allí donde se encontraba.

Pero ella pareció darse cuenta de su presencia puesto que despegó sus ojos de la pantalla y la clavó en él. Marissa parpadeó un par de veces mientras él entraba en la habitación y cerraba silenciosamente la puerta tras él.

-¿Frederic? –Preguntó en un susurro, mientras bajaba las piernas del sofá. Llevaba una camiseta y un mono para dormir, se veía hermosa y tiernamente adorable con esa expresión de sorpresa y desconcierto en sus bellos rasgos.

Y otra vez comenzaba a sentirse seducido por ella. Se acercó y se sentó al lado de Marissa en el sofá y la atrajo hacia él, sintiendo su frágil y curvilíneo cuerpo chocando contra su pecho y la envolvió en un abrazo que calentó cada parte de su ser. Suspiró cuando el aroma de sus cabellos le llegó a la nariz. Era un extraño aroma a piñas y a chicle.

Dios… Cuanto había deseado verla. Pensó en esos tres días que estuvo a punto de volverse loco sin ella.

¿Qué demonios le sucedía?

Tomando impulso, se obligó a sí mismo a separarse de ella.

Marissa parpadeaba entre sorprendida y atareada. Lo observó a los ojos y con su delicada mano le acarició la mejilla. Frederic no se resistió a sus impulsos y atrayéndola hacia él, dejó caer su cabeza hasta que sus labios se encontraron en un candente beso.

Fue calmado, mucho más de lo que lo fue su primer encuentro, simplemente se besaron y se mantuvieron abrazados. Frederic comenzaba a pensar que ambos se sentían a gusto con el otro. La atracción era inminente y fuerte.

Ella lo seducía. Y quisiera o no, Frederic caía en sus juegos de seducción. Ella se separó de él, suspirando contra sus labios. Sus ojos lo observaban como si fuera la criatura más fascinante del mundo, esa mirada estremeció su corazón.

Con los dedos, ella rozó los labios de él antes de pasar sus antebrazos por detrás de su cuello y besarlo nuevamente.

Sentía el corazón de ella palpitar contra su pecho. Era una sensación extraña. Su ingle palpitó con dolorosa necesidad cuando Marissa se sentó a horcajas sobre sus piernas, volvía a sentir ese deseo arrollador que sintió la primera vez que la vio.

Deslizó las manos hasta su trasero y la apretó contra si, haciéndola jadear debido a la erección que presionaba ligeramente el punto de unión entre sus piernas.

Frederic estuvo tentado a tumbarla en el sofá con la intención de hacerle el amor sin contratiempos. Estuvo a punto de hacerlo cuando sintió su móvil sonar dentro del bolsillo. Frunciendo el ceño, lo sacó de su bolsillo y descubrió que era un mensaje de Simon.

¿Qué te ha sucedido? ¿Te tragó el inodoro, por casualidad? Jaja… Mueve tu culo, que esperamos por ti para el postre.

Simon.

Suspirando, levantó a Marissa sin dificultad y la puso de pie. Ella lo observó con perplejidad.

-¿Qué sucede? –Preguntó compungida.

Frederic se levantó incomodo, con la protuberancia que se había formado en la parte baja de su cuerpo y la cual chocaba de manera molesta contra sus pantalones.

-Tengo que irme –En los ojos de ella se notó con levedad y durante una milésima de segundo el anhelo y el dolor entremezclado. Marissa se hizo a un lado para darle paso.

-Entiendo –Murmuró. Sus ojos chocaban con los de él durante unos segundos. Hasta que él se acercó a ella y tomando un mechón de cabello entre sus dedos, lo olisqueó disfrutando del dulce aroma.

-No es porque no desee quedarme –Susurró y por la expresión en el rostro de ella, llegó a la conclusión de que su mirada estaría cargada de lujuria y deseo.

-Mi hermano no estará aquí mañana en la noche, ni pasado mañana en todo el día.

Era una invitación, Frederic lo sabía.

Y por todos los santos que estaba dispuesto a aceptar lo que ella le ofrecía libremente. La deseaba con tanto ardor.

Cerró los ojos, y la acercó a él, besándola con el deseo y la necesidad a flor de piel y quemándole la ingle.

Al separarse, los labios de Marissa estaba rojos e hinchados por sus besos y su expresión era de aturdimiento.

Entonces notó el par de ojeras que se formaban bajo el par de bellos ojos oscuros de ella. Le besó los parpados con gentileza y se separó por completo de ella.

-Nos vemos –Ella asintió y lo observó irse en completo silencio.

Bajó las escaleras y todos los acompañantes lo observaban con diversión, delatando que antes de aparecerse, había sido el tema principal de conversación. Simon se encogió de hombros y sonrió de oreja a oreja.

-Me pregunto qué tanto hacías allí arriba,

-No tienes ni idea –Dijo entre dientes mientras se sentaba en la mesa y escuchaba parlotear a sus compañeros, hasta que logró zafarse e irse a casa.

Esa fue la primera noche en los últimos tres días que pudo dormir completamente bien y sin interrupciones.