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Nada por ahora
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Amor Al Azar. Historia 1º. Capitulo 3

Capitulo Tres

Al día siguiente, Frederic le pidió a Paul que le permitiera obtener la noche y el resto del día siguiente, completamente libre.

El secretario pareció estupefacto –Era la primera vez que Frederic, quien era totalmente entregado a su trabajo, pedía alguna vez tiempo libre- pero no mostró resistencia, en realidad incluso se atrevería a decir que Paul parecía extrañamente feliz, agregando que le había preguntado si no deseaba toda la semana completa. Frederic simplemente había arqueado una ceja.

La mañana y toda la tarde estuvo ejerciendo su trabajo de acompañante, con una joven viuda en un acto benéfico. Sentado en uno de los bancos bajo las sombras, la mujer intentó un par de veces, dirigir su mano para alcanzarle la entrepierna.

Movimientos que Frederic evitó audazmente –Lo que lograba la costumbre a ese tipo de cosas -.

Llegó a su casa alrededor de las diez, estaba totalmente agotado por el trabajo. Pero su cuerpo y mente necesitaban encontrarse con Marissa. Se dio una ducha y se vistió con una camiseta de A&F, y tomó las llaves.

Para cuando partió a casa de Leonard estaba lloviendo con fuerza y eran cerca de las once de la noche. Se estacionó y maldijo por lo bajo cuando salió del auto y terminó empapado debido a la lluvia. Su cabello mojado caía por su frente y su ropa pesaba mucho más, tocó el timbre del elegante pethouse y mientras esperaba, sacudió su cabello empapado.

La puerta se abrió y un jadeo femenino flotó en el aire. Marissa parpadeaba sorprendida y una mano cubría sus labios.

-Hey –Saludó él con una pequeña sonrisa en los labios.

-Pensé que no vendrías –Admitió ella. Frederic la analizó, su cuerpo estaba cubierto por una pijama rosa con detalles en azules. Sus risos sueltos le llegaban a la mitad de la espalda.

Frederic se encogió de hombros.

-Se me hizo tarde en el trabajo –Dijo.

Marissa se hizo a un lado y lo dejo pasar en busca de una toalla en el armario y se la tendió.

Frederic secó sus cabellos y la observó cruzarse de brazos con expresión pensativa. Él dejó caer la toalla en la silla y para sorpresa de ella pasó a sacarse la camiseta mojada dejando a la vista su pecho desnudo.

Los ojos de Marissa se clavaron en los de él y notó como la respiración de ella se hacía pesada.

Desabotonó su bragueta y se deshizo de los zapatos y medias para luego quitarse los jeans y dejarlos caer al suelo, quedando solo con los mojados y ajustados bóxers de color negro.

Marissa enrojeció mientras deslizaba los ojos por su cuerpo prácticamente desnudo. La respiración se le corto y sus labios se separaron en un suspiro para dar asomó a su lengua, mientras se relamía los labios. Frederic noto como apretaba los brazos contra sus pechos y juntaba sus muslos al detener los ojos en su entrepierna.

-¿Quieres que meta tu ropa a la secadora? –Preguntó con voz ronca. Sus ojos brillaban con expectación y lujuria y eso calentó su cuerpo, endureciendo aun más su erección.

-No –Dijo –Ya se secara sola –Se cruzó de brazos y se recostó de la pared –Ahora solo deseo que te desnudes para mí.

Ella abrazó su cuerpo y él notó como temblaba en silencio, deseándolo de la misma forma que él a ella.

Marissa llevó sus manos hasta los primeros botones de la camisa para dormir. Los desabrochó uno a uno, encendiéndolo aún más cuando la prenda rozó su piel al caer, revelando sus pechos desnudos y sus pezones erizados. Su figura era delicada y su vientre ligeramente abultado.

Ella deslizó los dedos dentro del mono del pijama y lo dejó caer al suelo, quedando simplemente en unas bragas de color negro. Frederic bajó avista hasta la unión de sus muslos.

-Las bragas –Demandó.

Marissa apretó los labios y frunció el ceño.

-El bóxer –Soltó ella.

-Quítatelas, Marissa –Sentenció, entrecerrando los ojos. Ella dudo, pero llevó las manos a la elástica de las bragas y las deslizó revelando un triangulo de rizos castaños.

Su miembro saltó enviando una oleada de placer por su cuerpo. Se quitó el bóxer y se acercó a Marissa, se arrodillo en el suelo sorprendiéndola.

-Abre las piernas.

Ella jadeó asustada en respuesta.

-¿Qué harás?

Frederic cruzó una mirada caliente con ella.

-Deseo Verte.

Gimiendo en respuesta, Marissa separó los muslos en respuesta. Frederic soltó un jadeo placentero al observarla.

-¡Dios santo, Marissa! Estás tan húmeda... –Y sin decir nada más, sumergió la cabeza entre los muslos de ella, probando y saboreándola. Jactándose de su sabor y deleitándose con cada gemido que ella soltaba en respuestas a sus intimas y sensuales caricias. La condujo al orgasmo dos veces, hasta que las piernas de ella temblaron por el esfuerzo.

Después no supo en qué momento, entre besos apasionados y siendo guiado por su aroma, llegaron a la habitación de ella.

Frederic había metido unos cuantos preservativos en el bolsillo de su pantalón, se apresuró en colocárselo y en volver junto a ella.

Le separó os muslos y mientras devoraba sus labios y se degustaba con la textura de sus pecho contra sus manos, entró en ella con fuerza y profundamente arrancándole un fiero gemido de su garganta.

Con dos embestidas, Marissa alcanzó un nuevo orgasmo, sorprendiéndolo por la rapidez. Esperando a que ella se recuperara, salió de su interior y le dio vuelta sobre su estomago, dejándola sin respiración por la posición que había adquirido sobre sus manos y rodillas.

Está vez entró en ella con embates furiosos y necesitados. Jugó con los pezones de Marissa y deslizó los labios por su nuca.

La liberación lo alcanzó, justo cuando los músculos que envolvían su miembro se contrajeron en busca de la liberación, apretó a Marissa contra él sintiendo como era llevado al éxtasis dentro de su cuerpo.

Las respiraciones entrecortadas y jadeantes, de ambos entremezcladas era música para sus oídos.

Con cuidado, salió del interior de Marissa y se dirigió l baño para deshacerse del preservativo que envolvía su ahora flácido miembro. Se lavó las manos y cuando regreso, Marissa aun seguía en la misma posición buscando recuperarse.

Levantó el rostro en cuanto el cuerpo de Frederic hundió el colchón de la cama. Ella le dedicó una sonrisa mientras se daba vuelta y se acurrucaba contra él. Frederic a aceptó gustoso, apretándola contra su cuerpo.

-¿Te quedaras, cierto? –Frederic hundió su nariz en los cabellos de ella, aspirando profundamente.

-En efecto –Susurró –No creo poder levantarme con lo seco que me hs dejado.

Ni por eso. SI fuera por él permanecería por siempre acurrucado contra ese hermoso cuerpo femenino.

Contra esa mujer, que comenzaba a hacerle perder la cordura y que no sólo lo hacía parte de sus juegos de seducción, si no que se adueñaba lentamente de su corazón.

Y que dios lo ayudara, porque no solo deseaba cederle su corazón a ella, si no que deseaba con todas sus fuerzas ser él el dueño del corazón de Marissa Snow.

Hicieron el amor muchas veces más durante el día, e incluso vieron una película juntos. Frederic se sentía extasiado mientras compartía momentos al lado de Marissa.

Para cuando volvió a casa se percató de lo solitario que estaba todo sin ella alrededor. Se había vuelto adicto a su presencia, a su risa, a su aroma. Se había vuelto adicto a toda ella, como si fuera alguna especie de droga.

En la noche necesitó el calor del cuerpo de ella y revisó su teléfono móvil con la esperanza de encontrar algún mensaje de parte de ella, pero solo encontró el buzón totalmente vacío.

Y mientras se imaginaba a Marissa junto a él, descubrió con ironía que estaba patéticamente enamorado de una chica de diecinueve años. Y que con solo un par de horas sin ella, comenzaban a enloquecerlo.

La mañana siguiente fue todo un infierno. Tenía dos trabajos, y en ninguno de los dos trabajos podía tener la mente enfocada en revelar sus encantos a las mujeres.

Su humor era de perros, a pesar de esto intento disimularlo en la cena a la que tuvo que asistir con una hermosa modelo que había contratado sus servicios. Toda la jodida noche, la mujer buscaba escusas para lanzarse sobre él y rozarle los pechos contra el costado, cosa que no hacía más que enervar su poco agradable humor.

Y justo intentaba zafarse de ella cuando su móvil sonó. Hay… La vida de un acompañante no era en definitiva parada nada fácil.

-Diga –Contestó enojado.

-… -El silencio del otro lado de la línea no hizo más que enervarlo -¿Frederic? –La voz suave de Marissa era un tono cauteloso.

-¿Marissa? –Preguntó sorprendido a pesar de que ya había reconocido su voz. La modelo se abalanzó sobre él aprovechando el momento de distracción. Frederic gruñó –Disculpa, estoy trabajando en estos momentos.

-Pero…

-Hablamos luego, Marissa –Sabia que había colgado bruscamente, pero la jodida mujer prácticamente había desabrochado la bragueta de sus pantalones. Ya se disculparía con ella de la manera correctamente.

Cuando llegó a casa esa noche, y marcó el número de ella, solo sonó la contestadora del otro lado de la línea.